VINTAGE NBA · Pete Maravich: el genio que inventó el ‘showtime’

Cuando hablamos de leyendas de la NBA, nos imaginamos al típico jugador buenísimo, muy superior al resto, con una vida llena de lujos y de galardones. Pete Maravich, más conocido como ‘Pistol Pete’, era mucho más que eso: un avanzado a su época, un genio del básquet y quizás uno de los jugadores con más talento de la historia, pero también una persona complicada y con muchas preocupaciones fuera de la cancha. Os invitamos a conocer un poco más sobre esta figura indispensable para entender el juego actual de la NBA.

Una juventud prometedora

Pistol nació en 1947 en Aliquippa, cerca de Pittsburgh, Pensilvania. Desde su infancia, la futura leyenda de la NBA ya empezó a demostrar que por sus venas corría algo más que sangre. Hijo de immigrantes serbios, siendo su padre exjugador y, más tarde, entrenador, Pete se aficionó rápidamente al deporte que daba de comer a su familia, el baloncesto. Según se explica en su biografía, comenzó a practicar con solo 7 años, con la ayuda del ya mencionado padre, Press Maravich.

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Fuente: Amino Apps

Desde entonces, Pete se obsesionó con mejorar, hacía de todo: botaba, hacía filigranas, inventaba movimientos y, sobre todo, perfeccionaba su característico tiro de larga distancia, en una época, cabe recordar, donde el triple no existía. Mentalmente, era un perfeccionista, y Press, muy exigente, provocaba en su hijo una obsesión constante por mejorar que más adelante tendría consecuencias. Más tarde, la familia se mudó a Carolina del Norte, y fue ahí donde el genio del balón se consolidó como promesa del baloncesto.

Muy superior en la universidad

Pese a que Pistol quería ir a la universidad de West Virginia, finalmente fue a la de Lousiana State (LSU), donde su padre era entrenador, en el año 1966. Como los jugadores de primer año no podían por reglamento jugar en la categoría universitaria más alta, Maravich fue asignado al segundo equipo. Fue entonces cuando empezó a grabar su nombre en la historia, en una competición que se le quedaba muy pequeña. Como no podía ser de otra manera, destacó por encima de cualquier otro jugador -hizo 740 puntos en tan solo 19 partidos- y subió al primer equipo al año siguiente.

En su primer año ‘oficial’ en la NCAA, jugando de base, promedió unos números nunca antes vistos en el baloncesto universitario: 43.8 puntos, 7,5 rebotes y 4 asistencias, con unos porcentajes de más del 43% en tiros de campo. Los dos años siguientes, con un Pete que mejoraba cada día, fueron aún más espectaculares, manteniendo el número de puntos y sumando dos asistencias más para llegar a las 6 de media, a la vez que rozaba el 45% de acierto en los tiros. Con todo, el jugador de 1,96 y casi 90 kilos fue nombrado MVP de la competición todas las temporadas, hasta llegar a 1970 preparado para la NBA tras cuatro años legendarios en Louisiana. Finalizó como máximo anotador en toda la historia de la NCAA, mérito que aun conserva, con 3.667 puntos.

Una carrera legendaria

Pistol fue seleccionado en la posición 3 del draft de 1970, tras Bob Lanier y Rudy Tomjanovich. Lo eligieron los Atlanta Hawks, cuyo dueño, en busca de alicientes para atraer a los fans al estadio, decidió elegir a la estrella de LSU como jugador principal para su proyecto deportivo. Pese a ser ya una leyenda en Estados Unidos, Pete no encajó nunca del todo en el equipo. Los veteranos y los mejores hombres del conjunto, tales como Lou Hudson y Walt Bellami, no encontraron justo que el ‘rookie’ tuviera un sueldo de dos millones de dólares y el hecho de que fuera blanco -en una liga dominada por afroamericanos y en una época donde el racismo estaba mucho más presente- no ayudó.

Pese a esto, el escolta tuvo un impacto inmediato en la mejor liga del mundo, generando más de 23 puntos por partido. Su juego era algo que no se había visto nunca: filigranas, botes mágicos, pases imposibles… Pistol había inventado el ‘showtime’. No solo quería ser efectivo, Pete quería hacerlo bonito. Este estilo no contribuyó a su adaptación en el equipo, y al resto de jugadores de la liga tampoco parecía entusiasmarles: ¿dónde quedaban los fundamentos? Ciertamente, fue la osadía de Maravich la que contribuyó a abrir una NBA que ahora no se entendería sin el espectáculo.

En su carrera con los Hawks, sin embargo, el de Aquippa no logró nunca una buena temporada conjunta con el equipo, y tras cuatro años en Atlanta solo obtuvo un récord positivo en temporada regular (1972-73, 46-36). En su último año con la franquicia promedió más de 27 puntos por partido, y por ese entonces ya se había consagrado como estrella de la NBA, con dos All-Stars. Lamentablemente, también se empezó a conocer a Pistol como un perdedor: era muy bueno pero sus números no se traducían en victorias. Ese calificativo lo perseguiría toda su vida.

En su quinto año, fue traspasado a unos recién creados New Orleans Jazz, que buscaban una estrella de calibre mundial para crear una base de fans en una ciudad donde nunca había habido un equipo NBA. En su primera temporada allí su nivel de juego bajó, disminuyéndose hasta 21 sus puntos por partido, pese a su career-high de 5,1 rebotes de media. Además, el equipo de Pistol fue último en victorias en toda la liga, con solo 23 triunfos.

Afortunadamente, Maravich volvió a su nivel con casi 26 puntos en la temporada 1975-76 y más de 31 en la siguiente, incrementando también el récord de victorias, mientras su exequipo, los Hawks, luchaba por no ser el último clasificado. En esa tercera temporada con los Jazz también hizo su mejor partido en toda su carrera, registrando 68 puntos contra los New York Knicks: una actuación legendaria. Fue seleccionado para el All-Star y elegido titular en el primer equipo de la NBA. Fue su último año plenamente sano.

En la temporada 1977-78 empezaron los problemas para Pistol, con una operación de rodilla en una pierna y una infección en la de la otra. Se lesionó, según la misma NBA, al «estilo Maravich», intentando un pase entre las piernas que podría haber hecho tranquilamente sin hacer filigranas. Nunca volvió a ser el mismo, y en los dos años siguientes no jugó más del 60% de los partidos. Jugó una última temporada con los Jazz en Utah en 1979, y a media campaña se fue a los Celtics en un estado físico bastante pobre. En Boston llegó a las finales de la Conferencia Este, pero promedió solo 6 puntos en los PlayOffs y al final no llegaron a la gran final. Entonces, el gran Pistol Pete puso fin a su carrera, martirizado por sus rodillas. Al año siguiente, con Maravich ya retirado, pasó lo que tenía que pasar: los Celtics se alzaron campeones de la NBA.

Genio incomprendido

Pese a todo lo que hizo en la NBA, al creador del ‘showtime’ nunca se le apoyó como a otras superestrellas. Su estilo era controvertido, y el hecho que nunca tuviera una buena temporada con sus equipos -descartando la última con los Celtics- contribuyó a que se le conociera como un ‘loser’, una fama algo injusta pero que, mirando los récords cobra algo de sentido. Además, nunca se adaptó completamente a ninguna de los vestuarios que llegó a pisar, y los expertos creían que su ética de trabajo solitaria y tremendamente exigente lo había convertido en un jugador incapaz de hacer mejores a sus compañeros.

Dejando de lado las críticas, es indiscutible que Pete marcó un antes y un después en el baloncesto americano. Más allá del ‘show’ que proporcionaba a los aficionados en cada encuentro, Pistol también fue un innovador en toda regla, inventando gestos nunca vistos y perfeccionando un tiro de larga distancia increíble pese a no existir el tiro de tres (cosa que aún da más valor a sus escandalosas estadísticas).

Finalmente, el escolta acabó su carrera de 10 años con unas medias de 24,2 puntos, 5,4 asistencias, 4,2 rebotes y un porcentaje de 44.1% de acierto en 658 partidos. Individualmente, fue galardonado con:

  • 2 apariciones en el mejor quinteto de la temporada,
  • Titular en el primer equipo de ‘rookies’,
  • 5 All-Stars,
  • 1 título de anotación,
  • 3 camisetas retiradas  (Hawks #44, Pelicans y Jazz #7),
  • Miembro del Salón de la Fama del Baloncesto
Jot Down
Fuente: Jot Down Magazine. Foto destacada: Baptist Message

Su mayor problema: él mismo

Pete fue un jugador atípico en muchos aspectos, incluyendo el personal. Se dice que la increíble exigencia de Press, su padre, provocaron en él una serie de obsesiones, siendo la que más lo perseguía la necesidad de mejorar y de llegar a una perfección imposible. Maravich hijo se pasó toda su carrera buscando algo que no existía, algo inalcanzable, también para uno de los jugadores más talentosos de la historia. Su padre nunca lo aprobó como jugador (en parte por envidia), y Pete se refugiaba en el alcohol de manera habitual. Era algo normal verlo jugar en un estado no idóneo para el baloncesto, y quién sabe si esta adicción lo frenó de convertirse en algo más que una leyenda, quizás en el mejor jugador de todos los tiempos. Finalmente se quedó en lo primero.

Cuando se retiró, profundamente insatisfecho con su carrera y atormentado por las lesiones, se dedicó a fines espirituales. Experimentó con el hindú, y finalmente encontró refugio en un profundo cristianismo, llegando a decir que quería ser recordado como «un fiel cristiano que sirve a Jesús» y no como un jugador de básquet. También se aficionó a la ciencia de los OVNIS, y pintó un enorme «Take me» (llevadme) en el techo de su casa. Todo lo que inspira Pete, que tuvo dos hijos, se refleja en los precios de los objetos que se venden como coleccionables en tiendas de recuerdos históricos: es uno de los jugadores más caros.

Peter Press Maravich murió finalmente en 1988, con 40 años de edad, debido a una malformación congénita en su corazón que, de haberse descubierto, nunca le hubiera permitido jugar al baloncesto, mucho menos en la NBA. Colapsó en medio de una ‘pachanga’ con unos conocidos en Pasadena, California. Su vida es la historia de un genio que marcó un punto de inflexión en la NBA y de un perfeccionista que, con un poco de suerte, podría haber llegado a ser el mejor baloncestista de la historia.

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Por cierto, si os seguís preguntando de dónde viene el sobrenombre de «Pistol», lo guardaba como premio para los que os habéis leído todo el artículo. Proviene de su mecánica de tiro, que recordaba al movimiento de disparar con un revólver, y también de su extenso rango de tiro, ya que tiraba desde cualquier punto del ataque.

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